Sin duda, uno de los mejroes restaurantes de cocina Nikkei que puedes encontrar en Madrid.

«Somos sentimientos y tenemos seres humanos», por ello, buscamos constantemente visitar nuevos lugares, conocer gente nueva, estar al corriente de las últimas novedades culturales, encontrar nuevos estímulos, en definitiva, vivir nuevas experiencias. Esto se refleja a la perfección en la restauración madrileña: la insistente irrupción de nuevos restaurantes y la incesante llegada de nuevas fusiones; un ritmo al que algunos sobreviven y otros quedan en el olvido.

Dentro de esta oferta gastronómica abrumadora e inabarcable, al menos para mí, se encuentra la cocina nikkei, la fusión de las gastronomías peruana y la japonesa, una cocina que ha llegado con fuerza y de la que se puede encontrar una gran oferta, sin embargo, si hay que destacar uno (y por el que pongo la mano en el fuego por su supervivencia al frenetismo de la restauración madrileña) ese es ONNO.

Este restaurante, ubicado en plena calle Sagasta, está liderado por el chef colombiano Camilo Mazuera, ex chef del Noma, restaurante danés dos estrellas Michelín y el sueño de cualquier foodie. Con esa carta de presentación ya podéis ir imaginando lo que se viene.

Si hay algo que me gusta es alargar el tiempo en un restaurante todo lo que se pueda y, con ello, probar la mayor cantidad de platos posible, por lo que no hay nada como ir a comer con muchos amigos para pedir diferentes platos o, en su defecto, que el restaurante ofrezca un menú cuyos pases sean suficientes como para hacerte una idea de la calidad del sitio, que es el caso de ONNO y que es de lo que vengo a hablaros hoy, de su menú VIAJE ONNO.

El Coolinómetro

Comenzábamos este menú de seis pases con la tostada akami, una base de tosta de gyoza, con lomo de atún rojo macerado en ponzu y aceite de sésamo, crema de aguacate, alioli, semillas de sésamo. Un primer bocado súper fresco y sabroso que abría de mejor manera imposible el menú, con un atún de altísima calidad que se deshace en la boca.

Continuábamos el viaje para llegar a (alerta spoiler) lo que más nos gustó del menú: los hongos tenyaki. Perdón por haber llegado al plato fuerte tan pronto, pero qué puedo hacer si fue lo que más disfruté. Se trataba de un mix de setas en tempura con mayo de kimuchi, salsa de anguila, kale crujiente, cebolla morada y toques de lima. Es un plato que no te va a volar la cabeza, pero que es imposible que no lo disfrutes y te guste, con todos los sabores ligando perfectamente y una textura de lo más agradable.

Llegábamos, por fin, al plato más esperado, la selección de nigiris que traía 4 variedades. El primero era el Riku, un nigiri crocante de steak tartar, tocino ibérico, flameado y crema de guisantes que estaba para caerse de la silla. El segundo, Seguíamos el viaje nigiri con el Niniku, de ventresca de atún con mayonesa de ajo confitado, aceite picante y acedera roja, simplemente espectacular. En tercer lugar, venía el que más me gusto –spoiler nuevamente-, el Kurama, nigiri de corvina, mayonesa de ají kampa, yuzu, kumquat y ajo negro. En último lugar, llegaba el más interesante de todos, el serrano foie, nigiri de viera, jamón de bellota, foie gras y salsa de anguila.

Llegábamos al plato que, estando verdaderamente bueno, sería el menos destacable -pero porque el nivel estaba acojonantemente alto, no por otra cosa-: tiradito de salmón y sandía sour. Se trataba de salmón marinado en leche de tigre, sandía en ósmosis de pisco sour, hojas de mosaico, quinoa crujiente, salsa acevichada y aceite picante. Me pareció que la sandía no ligaba del todo con el sabor del plato y la quinoa no me resultaba del todo agradable en el bocado, pero no dejaba de ser una mezcla de sabores muy interesante y digna de probar.

Íbamos acercándonos al final de viaje y llegábamos -tercer spoiler– al segundo mejor plato de la velada. Nada más y nada menos que gambones con zanahoria y coco, una sorprendente mezcla de gambones salteados en sake, sobre cremoso de
zanahoria y leche de coco, mayo kimchi, aceite de sésamo picante, chips de batata morada, rabanitos y hojas de mosaico. Simplemente tenéis que ir a probarlo. La crema de zanahoria no podía estar más sabroso y no podía ligar mejor con las gambas crunchy.

Poníamos la guinda final con el postre, otro de los grandes hitos del menú porque se te saltaban las lágrimas. Me encantan los postres cítricos y refrescantes -más ahora que está llegando el horroroso calor madrileño-, y sin duda el limón yuzo no podría ser mejor elección para culminar el VIAJE ONNO. Se trataba de una cheesecake de limón – con forma de limón-, streuzel de sésamo y glaseado de chocolate blanco. Volvería a ONNO simplemente por volver a probar este trampantojo.

 

Comida: 8

Trato del personal: 8,5

Ambiente: 7

Precio: 50 euros por persona (Menú Viaje Onno)

 Localización: 9,5