Elisa Cuesta utiliza pelo humano y uñas cortadas como materiales para crear una línea de joyería.
Entrevistamos a esta asturiana (1992) que combina su trayectoria profesional como freelance con la realización de proyectos artísticos independientes, abarcando los campos del diseño de producto, diseño gráfico y editorial y la mediación cultural.
Hola Elisa, tu proyecto parte de lo que se considera actualmente diseño especulativo, ¿en qué consiste?
El diseño especulativo es una tendencia entre arte y diseño que plantea desarrollos, ideas o prototipos que son físicamente factibles, pero que a menudo no lo son conceptualmente. Son realidades improbables que se ponen sobre la mesa y se pueden llevar a cabo a pesar de los marcos conceptuales e ideológicos, es una rama del diseño que juega mucho con el shock. Es ahora cuando tengo la formación y experiencia para definir mi obra dentro de este marco, tras haber explorado los procesos de disonancia que hay entre el interior del cuerpo y lo externo a él.
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¿Entonces tu obra se centra en el cuerpo humano?
El punto de inicio es el cuerpo y las membranas que lo contienen. Todos conocemos los cinco sentidos, pero hay más, el sexto sería la percepción humana que es saberse a sí mismo dentro de los propios límites. Es esto lo que me mueve a desarrollar unas experiencias desde el punto de vista objetual. Interactuamos con los objetos siempre desde la consciencia de que son externos a nosotros, me interesan estos elementos que nunca pueden llegar a ser parte del cuerpo humano por mucho que lo deseemos. Es por esto que desarrollo Objetos de Deseo, una serie que explora el ansia tanto de poseer objetos como el rechazo que esto puede producir.
Hay elementos que son considerados de belleza, estatus y juventud cuando están en armonía con el cuerpo, es en el momento que dejan de pertenecer a este cuando pasan a considerarse desechos, como es el caso del pelo, las uñas o los tejidos cutáneos. En este momento son repudiados y generan asco, desapego y repulsión. Objetos de Deseo busca darles una segunda vida en forma de joya, volverlos a convertir en algo que desde un punto de vista objetual es considerado bello y deseable.
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Freud lo llamaba uncanny. Utilizo este concepto, es la sensación que producen los objetos cotidianos fuera de contexto. Es el shock, la disonancia cuando lo que ves y lo que sientes no se corresponde. Llega a un punto asistólico entre la atracción y la repulsión ante el que reaccionamos de forma totalmente visceral.
Tus creaciones se mueven en la línea entre diseño y arte, ¿qué te consideras?
Mi formación incluye diseño industrial, pero también bellas artes. Soy una persona que se desenvuelve dentro de lo creativo. Me aproximo a los proyectos de arte de una forma muy crítica, propia de las metodologías del diseño, y a los de diseño a través de pensamientos y procesos a menudo considerados artísticos. Arte como propósito y diseño como proceso. Por lo general, me encuentro más a gusto en las fases iniciales de ambos recorridos: conceptualización sobre materialización, aunque precisamente es en la segunda donde suele ponerse en duda todo lo planteado.
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¿Qué va a ser lo próximo?
Actualmente estoy trabajando en mi último proyecto: Skeens – Interfaces Encarnadas en el que exploro cómo nos construimos y cómo convivimos con nuestras identidades digitales. Desencripto los paquetes de datos que las redes sociales como Facebook almacenan sobre nosotros, llevándome esta información al terreno de lo objetual a través del textil.
Precisamente el próximo 5 de abril hablaré de este proceso en las VIII Jornadas de Moda Sostenible, en el Museo del Traje.