Si ríes eres feliz, pero si lloras lo eres aún más.
Sí, como lo estás leyendo. Llorar a día de hoy no está bien visto, es algo que nos asusta, nos da miedo, nos aterra y nos hace sentir pequeños y muy destructibles. Queremos ser los mejores siempre y eso, perdonad que os diga, por mucho que queramos dar la mejor versión, a esta se llega habiendo saboreado de cerca todo aquello considerado malo. La vida, segundo a segundo, minuto a minuto nos enseña a vivir y afrontar problemas que antes pensábamos que no eran tal, y ahora, sea por lo que sea, sí que lo son.
¿Cuál es la reacción que nos hace ver que las personas lo están pasando mal? Por norma general el llanto es la primera que encabeza el ranking. Y es de aquí donde nace el principal problema de la sociedad: llorar es sinónimo de derrota (afirmación totalmente falsa). A raíz de estos escalofriantes pensamientos nacen las enfermedades relacionadas con la salud mental. Enfermedades que ha creado la propia raza humana por querer sentirse superior.
Hay estudios verdaderamente inquietantes que confirman que las tasas de suicidio cada año van en aumento, llegándose a igualar a la gravedad de un cáncer o enfermedades cardíacas. ¿Qué estamos haciendo mal? Los sentimientos tienen la clave: exteriorizarlos más.
Sabemos pues que la incidencia de enfermedades mentales como la depresión es una realidad mayor en las mujeres. Ellas tienen menos problemas a la hora de mostrar y exteriorizar qué es lo que les está pasando y pedir ayuda a los grandes profesionales de esta materia, los psicólogos.
Por otra parte es triste ver como la sociedad machista ha hecho que la mayoría de los hombres tengan que dar la cara de duros, de ser los mejores y aparentar que no les duele nada, como que todo es coser y cantar. Desgraciadamente esta actitud ha acabado con la vida de muchos hombres ya que las cifras dicen que solo el 27% de los hombres buscan ayuda profesional frente al 40% de las mujeres (siendo realistas ambos porcentajes son muy bajos).
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Los insultos entre los hombres también son más duros que entre las mujeres. Y un claro ejemplo de esto lo vemos en la identidad de género. Un hombre homosexual por norma general siempre tiene que ser el débil y el que llora mientras que a un heterosexual se le presupone una fortaleza, y eso no tiene porqué así. Al igual que una mujer que sea fuerte no tiene que indicar que sea homosexual. Abramos un poco más la mente y todo nos irá mucho mejor.
Ya sabes, llora siempre, no te escondas. Ya sea en público o privado, no hay que avergonzarse de algo que compartimos todas las personas. Libérate, abraza, quítate ese peso del pecho, quiere a la gente de tu alrededor, siente, ama, arriesga, equivócate, gana y, por favor, ya sea de felicidad, de frustración, de pena o de risa, LLORA. Ese niño o niña que está dentro de ti te lo agradecerá.
No hables más con tu mente, habla mejor con los demás.