Por si no había quedado claro, la gastronomía italiana es mi favorita, pero es que Gioia no es solo un gran restaurante italiano, que puede gustar más o menos como tal por no ajustarse tanto a la tradición de la cocina italiana, sino que es toda una experiencia gastronómica de primer nivel. Es un restaurante que, teniendo base culinaria italiana, la lleva a otro nivel y, combinado con un producto exquisito, consigue crear una oferta merecedora de algún que otro galardón.
Ya he ido tres veces a Gioia desde que me quedé prendado la primera vez que saboreé las creaciones del chef Davide Bonato, y he de decir que esta última quizás haya sido la más satisfactoria. Además, es un restaurante al que se puede ir más de una vez porque innovan la carta con base en la temporada en la que estemos y el producto de cada época.
Por ello, nosotros probamos dos platos nuevos que ahora os cuento de qué iban. Pero, lo primero de todo, os quiero enseñar cómo se debe tratar a un cliente cuando entras a un restaurante que se quiere posicionar en la más alta estima gastronómica: sirviéndole un aperitivo al sentarse en la mesa. El aperitivo en cuestión no eran unas aceitunas o unos cacahuetes, se trata de un crujiente de arroz negro integral Venere, crema de queso robiola, shimeji, eneldo y trufa fresca de temporada con un emplatado muy especial. Os lo enseño.
Una vez pedimos el vino y decidimos qué íbamos a comer, comenzaba el festín. Empezábamos probando uno de los platos novedosos de la carta con respecto a nuestra última visita: Mi subida al Etna. Probablemente el más sorprendente de los platos, por su emplatado, su degustación y la combinación de sabores. Se trata de un tartar de gambas rojas cocinadas a baja temperatura, camarones ligeramente picantes, almendras crujientes, espuma de tomates de Sicilia aromatizada a la naranja sanguínea y polvo de pan de tinta de calamar, que quiero que veáis el emplatado para que os podáis hacer una idea, y aún así, creedme que sabía mejor de lo que aparenta, que ya es mucho decir.
Seguíamos nuestro viaje a los mandos del mago Davide Bonato con una elaboración más sencilla que la anterior y de sabores más conocidos, pero que no deja de ser una combinación que nunca falla y que es refrescante y reconfortante a más no poder. Hablamos de la Bella Cynara, alcachofas salteadas, copos de burrata, tomates semi deshidratados, crumble de pan de centeno con polvos de aceitunas negras.
Dejábamos por el camino los entrantes y venía el plato fuerte: la carbonara. Como ya he dicho muchas veces, para mí, la carbonara de Gioia es la mejor de todas y la que dudo que alguien pueda desbancar. Es la combinación perfecta entre la receta tradicional y el punto innovador, manteniendo la crema de huevo y pecorino, el guanciale crujiente y una pasta al perfecto dente, pero con el toque especial que aporta la espuma de pecorino y el crumble de carbón y pimienta. En esta visita, la carbonara no estaba al nivel de las dos visitas anteriores, pero aún así, sigue siendo la mejor, os lo aseguro.
Llegaba el final del viaje Gioia, pero como sabéis no me puedo ir de un restaurante sin probar el tiramisú. Aún así, fui bastante reticente de pedirlo porque la última vez que fui era un tiramisú nada reseñable con un emplatado bastante antiestético, pero han renovado el postre y ha mejorado mucho. No termina de ser el tiramisú que merecería un sitio del nivel de Gioia, pero estaba bastante bueno.
Siempre que alguien me pide recomendación, les digo que tienen que ir a Gioia y probar las elaboraciones de Davide Bonato. Cada vez que lo visito, reitero más que es mi restaurante favorito y el que siempre elijo para ocasiones especiales.
Comida: 9,75
Trato del personal: 8
Ambiente: 7 (Puede mejorar mucho la decoración)
Precio: 50 euros por persona
Localización: 8,5