El titular de este artículo puede resultar capcioso, pues obviamente Villa Capri no es el peor italiano de Madrid, pero sí que cuando alguien acude a un restaurante con cierta fama y con un menú relativamente elevado de precio, espera unos mínimos. Además, que en comparación con otros italianos, que en Madrid tenemos la fortuna de contar con muchos y muy buenos, por suerte para un servidor.
Como sabéis, Villa Capri tiene un hermano mayor, Bel Mondo, cuya reseña daría para otro artículo, que si bien el trato del personal es mucho más agradable y el espacio es mucho más estético y elegante, han llevado a cabo el mismo modus operandi: buenas campañas de comunicación y calidad reseñable en sus comienzos pero que, en cuanto fidelizan clientes y se vuelven virales, el nivel gastronómico se hunde. Es una ecuación fácil para el grupo Big Mamma, a mayor fama, peor servicio.
El Coolinómetro
Comenzamos nuestra velada en Villa Capri con un detalle que yo siempre agradezco en todos los restaurantes, y es que te traigan una botella de agua. Es un detalle tonto y muy barato para el restaurante, pero que personalmente agradezco. Después de eso, todo iría cuesta abajo. Comenzamos pidiendo unos entrantes: crostini di manzo y mortadella al tartufo. El primero se trataba de crujientes bocados de pan tostado con tartar de carne de vaca aliñada con pepino, chalota, alcaparras y cebollino y yema de codorniz curada; ¿suena bien verdad? El pan tostado estaba prácticamente quemado y los jugosos bocados de tartar de carne solo sabían a quemado.
En cuanto al segundo entrante, que suelo pedirlo siempre porque la mortadella italiana trufada es, probablemente -perdón por esto jamón serrano- mi embutido favorito, pues era difícil que no estuviera bueno, no deja de ser un embutido. La cosa con este plato fue la siguiente: cuando vi que solo venía la mortadella, pregunté a los camareros si podían traerme grissini, algo totalmente normal de pedir en un italiano para acompañar el embutido. Sorpresa, no tenían grissini. Bueno, no pasa nada, les pedí pan. Llegó el pan y nuevamente una sorpresa: estaba congelado. No solo no es que estuviera frío, algo bastante desagradable, sino que era un pan congelado.
Llegó el plato principal. Cómo no, la carbonara. Queda muy instagrameable lo de revolver la pasta en la rueda de pecorino, está fancy, pero de verdad, usemos la cabeza, se te va a quedar seca esa pasta. Y así fue. La carbonara, tanto de Bel Mondo como de Villa Capri, son una de las peores de Madrid. Es una pasta seca, a la que se le ha cuajada el huevo, con un guanciale prácticamente inexistente y sin toque crujiente, que además no trae apenas pimienta. Una carbonara tiene que ser sedosa y cremosa, con el sabor de la grasa del guanciale impregnada por toda la pasta y con un dente perfecto. Esta no lo es ni por asomo. Lo único bueno que puedo decir, es que son generosos con la cantidad, eso sí.
Finalizamos la velada con, cómo no una vez más, un tiramisú. La verdad que el tiramisú estaba bueno, me gustó. No tengo nada malo que decir del tiramisú. Eso sí, nos lo «echaron de comer» en la mesa, como quien tira pienso a las gallinas.
Aunque esto sea salirme de la estricta crítica culinaria, todo cuenta, y hay detalles que confío en que se respeten en un restaurante que tiene fama y cuyos platos no son especialmente baratos, como por ejemplo una buena vajilla cuidada y que transmita higiene, así como un pimentero que si te lo pido para moler pimienta en la carbonara que prácticamente no lleva pimienta lo pueda moler yo al momento, porque esa es la buena pimienta, no que me traigas una ameba de cerámica cascada con la pimienta ya molida del supermercado. Ah, y el mantel era de papel. En fin.
En conclusión, terminamos pagando 30 euros por persona por comer mal y rápido. Por ese precio podemos comer infinitamente mejor en la gran oferta de gastronomía italiana que ofrece Madrid, pero no os preocupéis que ya estoy yo aquí para ir poco a poco contándoos cuáles son esos sitios clave.
Comida: 5,75
Trato del personal: 4,5
Ambiente: 7,5
Precio: 30 euros por persona
Localización: 8,75