Souad ahonda en el choque entre religión y redes sociales y lo que esto supone para los jóvenes en Egipto. Compite en la 36 Mostra de Valencia.
En su segundo largometraje, Ayten Amin cuenta la vida llena de contradicciones de Souad (Bassant Ahmed), una mujer de 19 años que vive en El Cairo. Contradicciones que la directora egipcia pone sobre la mesa desde el primer instante y que son la esencia de la película.
En la primera escena vemos a Souad en el autobús, con su hijab, hablando sonriente con una señora sobre sus estudios y su posible boda. Inmediatamente después, mismo lugar, misma vestimenta, pero la protagonista parece una persona diferente: su discurso y actitud cambian por completo en una conversación con una coetánea suya.
Según avanzan los minutos aparecen en pantalla más y más situaciones paradójicas, aunque plasmadas con infinita sensibilidad. Souad usa el hijab para salir a la calle y es una chica respetuosa y obediente en casa, pero sube a redes sociales fotos que escandalizarían a sus padres. Se proyecta muy segura en la web, pero no lo es tanto frente a sus amigas. El contacto con los hombres solo existe para ella a través del móvil. El móvil es su aliado para alcanzar lo que parece inalcanzable. Pero también es una realidad paralela muy poco palpable.
Esta cárcel en la que se siente atrapada pero aparentemente no vive tan mal, le reserva un final dramático y bastante inesperado. Un final que ocurre a mitad de la película y que ni su hermana Rabab (Basmala Elghaiesh), quien parecía ser su única confidente, se sabe explicar. Tras ese plot twist es Rabab quien coge el relevo del protagonismo para seguir indagando sobre la vida y el amor y pedir explicaciones al supuesto novio virtual de su hermana: Ahmed (Hussein Ghanem).
La doble vida de los adolescentes en Egipto
Souad narra una historia tan individual como universal para los egipcios. Nos sumerge en la vida de la protagonista, o lo que ella decide mostrar, a la vez que nos revela una realidad común de muchos y sobre todo muchas adolescentes del país. Ayten Amin nos pone ante una realidad que no podemos ignorar.
Ayten Amin nos pone ante una realidad que no podemos ignorar.
La religión más conservadora impone unas limitaciones que, para los jóvenes que conocen otras realidades, son cada vez más asfixiantes. Por un lado, la presión de la familia y las expectativas de la sociedad marcan un comportamiento muy determinado. Y, por otro, internet y las redes sociales son una ventana al mundo y una oportunidad para ser quienes quieren ser y hacer todo lo que en la vida real no pueden hacer. Terminan así optando por tener una doble identidad, pero cuanto más grande se hace la brecha entre sus dos alter egos, más problemas arrastran.
Como la vida misma
Esta película de Ayten Amin está llena de ambigüedades y sucesos inexplicados, como en la vida misma. «Tengo varios amigos que se han suicidado y aún no sabemos por qué. Creemos que las personas que cometen suicidio tienen que tener un cuadro clínico depresivo o tomar pastillas, pero no es así. Y por eso nos llevamos tantas sorpresas», ha contado durante la Mostra de Valencia el coguionista Mahmoud Ezzat.
«Tengo varios amigos que se han suicidado y aún no sabemos por qué»
El movimiento de la cámara en mano, siempre cercana a los protagonistas junto a la paleta oscura de colores, también contribuyen al ambiente de continuo desasosiego y duda.