Se apagan las luces, aparece la primera cortinilla de créditos y mi mirada recibe desde ese primerísimo momento una señal inequívoca de que voy a experimentar algo que no se parece a nada que haya visto antes. La música rompe con una animación fuera de este mundo, a medio camino entre una textura tangible de cómic y un acabado 3D que parece esculpido a mano, y es esta combinación la que termina de sumergirme por completo en la historia. Acaba de empezar Spider-Man: Un nuevo universo, y por fin entiendo el entusiasmo de críticos y fans por igual.
Iré al grano: han conseguido enhebrar la película definitiva de Spider-Man y el personaje principal ni siquiera es el legendario Peter Parker al que estamos acostumbrados, sino un joven Miles Morales que aporta una visión fresca, alternativa e inocente hacia un mundo alucinante. La factura de la película nos catapulta a descubrir (literalmente) un nuevo universo, pero es la sensibilidad de Miles y su camino en el descubrimiento de su propia identidad (como persona y héroe) la que nos permite echar un vistazo absolutamente nuevo y original a lo que representa Spider-Man. Y no lo hace solo: sus Spider-Colegas o, mejor dicho, su Spider-Familia logra renovar por completo el valor del personaje favorito de Stan Lee, dándole tez negra, ascendencia latina, ritmos de rap, trap y hip-hop y un flow que no tiene nada que envidiarle a Black Panther.
Y, por mucho que algunos “fans” sientan sus egos blancos masculinos resquebrajados por ver un protagonista así liderando una película sobre el que debía ser su héroe favorito (cerrad el pico y abrid un cómic, chavales), esta es una decisión esencial para solidificar la tesis de la película: no importa el nombre de quien porte el símbolo arácnido, sino los valores por los que lucha y la razón por la que se vuelve a levantar pese a morder el polvo una y otra vez. Porque es necesario mostrar miedo y fragilidad para vencerlos, es esencial tocar fondo para superarse a uno mismo y es inevitable pelear para arrojar un rayo de esperanza e inspiración a una sociedad que necesita ese empujón. Este es un ideal de heroísmo que no entiende de género, color de piel, edad o ni siquiera de especie. Que se lo digan a Peter Porker, el espectacular Spider-Ham (quién diría que algún día escribiría estas palabras).