Creo que el concepto del género de terror no termina de ser captado, en líneas generales, por muchas personas.
Muchos espectadores asumen que para que una película sea considerada «de terror» tan solo es necesario que incluya una serie de elementos:
Un asesino en serie enmascarado, silencioso y aparentemente invencible.
Un grupo de adolescentes inconscientes que se meten en un fregado del que no pueden salir para que luego vayan muriendo uno tras otro
Un espíritu con mala leche que se dedica a perseguir implacablemente a este grupo, a veces en coalición con el asesino en serie
Un monstruo sobrenatural, o puede que no tan fantasmagórico y más real.
Estas son herramientas frecuentemente utilizadas por el cine de terror, por el thriller, el suspense y hasta por ciertas ramas del sci-fi, pero no es lo que define el verdadero terror en una película. Son solo accesorios.
El cine de terror debe generar miedo.
Y cuando digo miedo, no me refiero a cuatro sustos orquestados con una bajada sibilina de música y sonido en la película que desembocan en un jumpscare de libro, del que te sacudes rápidamente. No hablo de un miedo que surge de sufrir por el posible destino fatal del un personaje, ni de la aversión al gore de un festival de violencia y sangre. Cuando hablo del miedo hablo de una semilla plantada en nuestro interior, tras ver algo tan impactante que germina en canguelo, desazón y un profundo cambio en nuestra forma de ver las cosas en la vida. Algo que se extiende durante un tiempo tras haber finalizado la película. Varias horas. Días. Semanas.
El verdadero terror. El que se mete bajo tu piel para no abandonarte. Para cambiarte.
¡Y es algo para celebrar! Una película, como obra artística, no tiene que hacer sentir alivio, felicidad o sensaciones vinculadas tradicionalmente a lo positivo como regla general. El verdadero arte despierta sensaciones y levanta pasiones, y experimentar verdadero miedo es un rito que, en muchas ocasiones, resulta revelador, refrescante y sumamente estimulante. De hecho, es un camino para la madurez emocional si aprendemos a racionalizarlo, pues abre la puerta a comprendernos mucho mejor.
Es por eso que inauguro esta víspera del Día de Todos Los Santos, este día de Halloween, con una selección de cinco películas que consiguieron generar en mí algo más que simple intranquilidad y llegaron a hacerme experimentar verdadero terror. Puede que algunas encajen con Halloween, o más bien puede que no cuadren para la fecha. Lo que es indudable es que ninguna te dejará indiferente.
Suspense (The Innocents)- Jack Clayton, 1961
Abro la lista con una obra que me pilló tan desprevenido que me dejó absolutamente indefenso a nivel emocional en cuanto la vi. Formaba parte de una lista de visionados de mi carrera, y me dispuse a verla en su día sin otra intención que terminarla, escribir mi página de análisis y entregar la práctica correspondiente. Así de monótona resultaba en ocasiones mi carrera. Pero The Innocents fue un caso aparte.
Esta es, posiblemente, la película fantasmal más exquisitamente aterradora que he visto en mi vida: sumamente sutil, delicada y discreta, toca los acordes del miedo de una forma tan certera y calculada que uno no para de debatirse entre el disfrute y el sufrimiento mientras la ve. Por un lado, la más profunda admiración por la composición de planos, la fotografía, el asombroso trabajo interpretativo, y la poética en su uso de la simbología y la metáfora visual. Por otra, un pavor y un desasosiego tan abrumadores que el primer instinto es detener la película, bajar el volumen y dejar de mirar… Aunque en el fondo uno no pueda evitar seguir observando lo que está a punto de suceder.
It Follows– David Robert Mitchell, 2014
Qué sorpresa tan genial la de esta película. Me la habían puesto por las nubes, a bajar de un burro y también calificado entre lo simplón y lo revolucionario. ¿Qué pienso yo? Que es una gozada ver cómo alguien entiende perfectamente en qué consiste el arte del suspense, de la creación de pavor mediante una alegoría tan hiperbólica como una maldición en forma de ETS, espíritu malévolo incluido. Todo eso, y que la historia se sienta como algo completo, orgánico y con sentido.
It Follows discurre con una quietud pasmosa. Con una tranquilidad y una naturalidad que sorprenden dentro de su sobrenatural premisa, porque se toma tiempo en hacer entender al espectador la inevitabilidad de algo tan irreversible como una enfermedad incurable, un pecado imposible de expiar o un acosador espectral imposible de vencer o expulsar. Juega con esa angustia de saber que hay fuerzas en este mundo y en esta vida que, ni con voluntad o recursos de ningún tipo, pueden enfrentarse o erradicarse.
Te siguen. Para siempre.
Ojos de madera–Roberto Suárez y Germán Tejeira, 2017
Andaba por el Festival de Málaga a comienzos de este año buscando en qué películas meterme, cuando vi que había una sesión para Ojos de madera a las diez de la noche. Leí su corta premisa: un chiquillo que, tras vivir una experiencia traumática, empieza a desdibujar la frontera entre la realidad y las visiones que le atormentan. Me dije que por qué no (lo macabro, bien hecho, resulta en obras de arte fascinantes al fin y al cabo). ¿Qué podría ofrecerme esta singular propuesta uruguaya? Pues lo averigüé.
Un diamante oculto. Eso fue lo que me encontré. Me sentí como si abriese un libro de cuentos, como aquellos que leía cuando era pequeño con un protagonista que vivía diversas situaciones de forma episódica y corta. La diferencia es que Ojos de madera incorpora un realismo mágico observado a través de una lente tenebrosa para acercarnos al sufrimiento infantil post-traumático. Lo que vi fue una ventana hacia la locura, que se columpia entre lo melancólico y lo pesadillesco con un estilo apabullante.
Neon Genesis Evangelion: The End of Evangelion– Hideaki Anno y Kazuya Tsurumaki, 1997
En mi vida he visto en pantalla un apocalipsis tan hermoso y escalofriante como el verdadero final de la legendaria serie de anime Neon Genesis Evangelion. Una obra que, de paso, resulta ser la que más me ha impactado y hecho reflexionar entre todas las series de animación nipona que he visto en mi vida.
Esta película guarda un significado muy especial, especialmente para fans y seguidores de la noventera serie. Un tratado filosófico sobre la agonía de la individualidad y soledad humanas, sobre el devastador efecto de la incomprensión y sobre la incapacidad generalizada de nuestra especie para empatizar, que resulta en nuestra mayor tragedia y maldición. Un acercamiento al paso del deseo y la necesidad de amar a la violencia y el arrebato asesino. De la libido al destrudo. Eros y Tánatos.
El final de Evangelion se zambulle y se recrea en ese sufrimiento antes de darnos, finalmente, una razón final para comprender el valor de la vida y aprender a querernos individual y colectivamente. Pero esta es solamente una de las consecuencias. Al final, resulta una película sobre el fin del mundo (literal y figuradamente), un día del juicio final que se despliega cual espectáculo infernal y dantesco. Y no existe una manera más bella y pavorosa de verlo que de la mano de Hideaki Anno, mientras suenan la melodía tan dolorosamente armónica de Komm, süßer Tod.
Cisne negro (Black Swan)- Darren Aronofsky, 2010
De Darren podría escribirse este artículo entero. Aún tengo grabado al rojo vivo la BSO de Réquiem por un sueño y recuerdo el profundo impacto de su tan incomprendida Madre! Su obra remite inevitablemente al maestro Satoshi Kon y a su Perfect Blue, película de anime de la que el propio Aronofsky pilló lo suficiente (pagando los derechos correspondientes) para construir su Réquiem… Y su Cisne.
Un Cisne negro grácil, agresivo, elegante y sociópata. Un animal salvaje que parece ser manso y que no tarda medio segundo en despedazar a quien se ponga por delante.
Así es la película que le dio el Oscar a Natalie Portman y la que considero la película más espléndida de Darren Aronofsky, una obra desgarradora que trabaja en la línea de quiebre mental por el perfeccionismo más absoluto. Lo que más me acongoja de esta película, más allá de su brillante descenso infernal, es la manera que tiene, a través de su textura visual y sonora, de meter al espectador bajo la piel de Nina y hacerle experimentar por completo el horror de su transformación en esa magnífica ave demoníaca que baila sin cesar hacia un errático ascenso al estrellato a un precio que nadie es capaz de pagar.
BONUS: El resplandor (The Shining)- Stanley Kubrick, 1980
El resplandor me fascina. Es probablemente una de las mejores películas de terror de la historia, razón por la que no considero necesario introducirla en una selección tan ajustada como la de este artículo. Está más que claro que Kubrick siempre estará en cualquier top de este estilo
Sin extenderme en demasiadas líneas… ¿Cómo olvidarme de Stanley? ¿De su innovador uso de la cámara para seguir al pequeño Danny en el Hotel Overlook? ¿De su baño de sangre como apertura? ¿De sus miradas, planos agobiantes y de esa banda sonora que lleva al espectador a la histeria más absoluta? No me sentía bien si terminaba esta lista sin atreverme a mencionar esta película, que tanto marcó la historia del terror y del cine para siempre.
Me dejo películas en el tintero, obras que aún tengo que experimentar y mucho, muchísimo más cine que considerar, pero si alguna de las películas aquí mencionadas remueven el interior de la persona que ha leído esto, que lo celebren: están viviendo el arte del miedo como mejor se merece.
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