La labor de Marc Jacobs tiende a la búsqueda exhaustiva de los orígenes para luego hilarlos con la realidad del presente.
Sus colecciones, por tanto, se asemejan en cierto modo a una radiografía de la evolución histórica entendida a través de la moda. Pero los estudios analíticos implican un alto riesgo: aburrir al público. Volver a ver a mujeres ataviadas con sus mejores galas paseándose por Central Park o niñas engalanadas jugando en Manhattan es solo eso, volverlas a ver. Sí, puede ser entretenido como la película de los veinticincos de diciembre, pero el factor sorpresa queda completamente perdido.
Consciente de que su desfile Otoño/Invierno 2020 requería del estupor colectivo, Marc Jacobs indagó de nuevo en la historia para encontrar el mecanismo adecuado. Al igual que Frankenstein no fue nada hasta que Mary Shelley lo atiborró de energía, las prendas de Jacobs pasaron desapercibidas hasta que un despliegue de bailarines y modelos las animó. Para conseguir dicha energía, el diseñador colaboró con Karol Armitage; la sensación de la danza ochentera gracias a la incursión del punk y la sensualidad en el ballet clásico; quien se encargó de abrir el espectáculo austeramente con un pequeño baile y una camiseta negra.
Babydoll de Marc Jacobs.
Inmediatamente después, un sencillo escenario de madera se iluminó uniformemente y un caos de 143 bailarines y modelos empezaron a sucederse por la pasarela tumultuosamente. La colección, libre de elementos ornamentales y reducida a la esencia de las líneas, colores y proporciones, fue una antología de la mujer neoyorquina de los sesenta, del estilo de Jackie Kennedy y Lee Radziwill. La dualidad de sus vidas se reflejó también en la contraposición de los tonos pasteles en trajes trapecio y los cuellos princesa con los abrigos peludos y las reminiscencias de vestidos babydoll.
Tras haber inundado las mesas del público, los maniquíes se dispusieron en hilera en la pasarela principal para darle paso a Marc Jacobs. Fue entonces cuando los papeles se trocaron, siendo el diseñador el nuevo objeto de tributos. Una larga ovación reconoció el mérito de expresar el recuerdo que dota de personalidad a las prendas sin caer en la nostalgia; sino siempre velando por el dinamismo y la espontaneidad -había conocido a la coreógrafa una semana antes. Con todo, lo más significativo fue el resultado conseguido sin necesidad de un elenco abarrotado de celebridades (aunque Miley Cyrus estuvo presente) ni un plató propio de Hollywood.
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