POR: LAURA VAQUERO 

La relación de los artistas musicales y las marcas ha dado un giro de 360 grados en los últimos años. Las marcas tiempo atrás recurrían únicamente a modelos profesionales como imagen. Y en algún caso puntual, para alguna campaña de lanzamiento de producto o la celebración de un aniversario, sacaban la cara de un cantante.

Hoy son los artistas musicales los que lideran la imagen de muchas marcas reconocidas. Se han convertido así en más que embajadores de marca. La influencia actual de los artistas musicales es descomunal: mueven masas, son referencia e inspiración para miles (en algunos casos millones) de personas.

Una nueva relación más equitativa entre artista y marca

La relación ha evolucionado de cliente-marca a socios, un claro ejemplo de win-win que se convierte en uno de los más exitosos y evidentes de los últimos cinco años.
Las marcas han cambiado la percepción de los artistas musicales viéndolos como una marca personal y ya no como un profesional intentando vender su música. 

No se entiende la presencia de una gran marca vinculada al mundo de las redes sociales sin una mención, colaboración o promoción junto a J Balvin, Billie Elish, Lana del Rey o Ariana Grande.

El presupuesto de la publicidad se va de cabeza a proyectos musicales y a shootings con cantantes que están ahora en la palestra. Pero, ¿por qué se les asigna este nivel de poder? 

 

Las marcas se enfocan en la generación Z

En las plataformas digitales prima la música de la generación Z porque es el segmento demográfico al que quieren fidelizar con sus productos o servicios.

Su primera cerveza, su primera elección. La publicidad marca los gustos personales, sus sensaciones; y, sobre todo, sus buenos recuerdos. Las marcas están trabajando en generar una conexión especial con esta generación frente al resto. 

Para conseguir conectar con ellos, adaptan su código discursivo, su lenguaje y su identidad. Las marcas evolucionan a la par que lo hacen las tendencias entre las personas más jóvenes creando de este modo comunidad y pasando a ser emisor y receptor de la información que reciben por parte de los usuarios. De este modo, se mantienen en una continúa conversación con la generación Z alimentándose de los propios contenidos que generan sus clientes potenciales y mimetizándose en estas formas de comunicarse. 

 

El trap y las marcas de lujo

Una de las fórmulas más explotadas últimamente son las apariciones de traperos (como Bad Bunny o Cardi B como imagen de marcas de lujo. Una creación de sinergias que parece ser todo un éxito porque la lista de marcas que apuestan por esta vía es extensa: Louis Vuitton, Balenciaga o Supreme figuran entre otras muchas. 

La industria actualmente es más abierta para los artistas aprovechando su influencia en las generaciones más jóvenes. Esta adaptación es por pura necesidad para la economía de las marcas y su presencia en el raciocinio del cliente de 2022. 

Habrá que ver cómo avanzan las estrategias aplicadas por las marcas, pero todo apunta a que las nuevas generaciones van a continuar siendo su objetivo principal de conquista.