Ondina es la aventura de una guía de un museo de Berlín con una extraña relación con el agua y un buzo industrial que se perfila como el perfecto estereotipo de hombre sensible distinto a todos los demás.

Nos acercamos al final de un año trágico, sin duda, y esto se ve reflejado en los cines: los cuentos de hadas, las historias felices, nos resultan surrealistas, incoherentes y casi provocadoras. Sin embargo, este viernes 20 de Noviembre se estrena un largometraje que, espontáneamente, se atreve a jugar con nuestras emociones: Ondina, del director Christian Petzold.

El espectador confunde lo real y lo fantástico en este fábula romántica basada en la figura mitológica de las ondinas, ninfas acuáticas de belleza sobrecogedora.

Ondina (Undine, en el alemán de la versión original) es la aventura de una guía de un museo de Berlín con una extraña relación con el agua y un buzo industrial que se perfila como el perfecto estereotipo de hombre sensible distinto a todos los demás. Encarnan estos personajes Paula Beer y Franz Rogowski, actores que previamente han trabajado con Petzold en En Tránsito (2018). Vuelven a la pantalla mostrando una historia de amor dulce y fantástica. Hay algo en los gestos de la pareja que hace que este afecto resulte familiar al espectador, dotándolo de credibilidad y sentimiento. Aunque muestran verdaderamente poco del enamoramiento de los personajes, nos presentan su relación con la inocencia propia de esos amores que parecen destinados a ser.

 

 

Sin embargo, aunque la trama romántica es un punto fuerte de la película, destacan los simbolismos y las figuras retóricas cinematográficas, entre las que el agua funciona como una fuerte metáfora cargada de significado. La película está inundada de un dulce surrealismo que, en contra de algunas críticas que la han relacionado con La forma del agua (2017), no cruza la línea de la ciencia ficción pero invita al espectador a trazar sus propias teorías, sumergiéndose en la trama e involucrándose en la historia como una suerte de mirón.

Aunque la historia confía en la intuición del espectador en cuanto a metáforas y otras figuras retóricas, traza un camino a base de los espacios, que son sencillos y repetitivos, cargados de significado, y el montaje. Con este último hace la estructura sencilla y comprensible: en ocasiones utiliza los mismos planos para mostrar similitudes entre momentos distintos, contiene insertos que, sin palabras, explica exactamente qué piensa la protagonista. Es por esta razón que ha recibido el Premio a Mejor Montaje del Festival de Sevilla además del Premio a Mejor Dirección del mismo festival. También ha logrado hacerse con el Oso de Plata a Mejor Actriz en el Berlinale (Festival Internacional de Cine de Berlín) y el Premio FIPRESCI, y quién sabe cuántos más le quedan tras el estreno en cines que, repetimos, es este viernes 20 de Noviembre.

 

Ondina, según ha declarado Petzold, es parte de una trilogía basada en los elementos y, claramente, el de esta película es el agua, que adquiere un rol fundamental y se presenta como algo aterrador pero fascinante, misteriosa a la vez que atractiva. De acuerdo con el director, la trilogía empieza con Ondina y continuará con una próxima película con el fuego como elemento base, que, personalmente, nos va a costar esperar.