‘Patria’, la última serie original de HBO España basada en la novela de Fernando Aramburu, me está fascinando. La razón reside en su guion dinámico, sus apabullantes interpretaciones (Elena Irureta y Ane Gabarain conforman un dúo hipnótico), su impecable apartado técnico y su relevancia cultural. Pero eso podría resultar evidente, y más con el estándar de calidad que no para de elevarse en las producciones españolas. Tan solo hay que echar un vistazo a otros ejemplos como la sublime ‘Antidisturbios’ de Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña. Pero hay una razón extra de aprecio que me da la serie de Félix Viscarret, y es que me está enseñando a esperar.
Y estoy redescubriendo que esperar por un capítulo a la semana es algo maravilloso.
Prefiero esperar que llegue el final de ‘Patria’ para cuando me entren ganas de elaborar una reseña completa. Me interesa más comentar todas las ventajas que tiene el clásico calendario del episodio semanal, porque a mi alrededor no paro de escuchar maravillas acerca del método Netflix. Es decir, de tener una temporada completa (o varias) estrenándose de una sentada. Todo de golpe, a palo seco, sin esperas, sin piedad y sin vaselina. Porque claro, ¿en qué cabeza cabe que no preferiríamos dedicar todo el domingo a un empacho de ‘Emily in Paris’ o la serie del momento?
Es evidente que este método tiene su ventaja, pero también acarrea consecuencias. La ansiedad por devorar contenido se ha extendido de forma inevitable, dándole en muchas ocasiones más importancia al hecho de terminar una temporada o serie entera que a absorber la historia que nos ofrecen. Yo tampoco escapo de ese tirón en ocasiones. Es posible que esto sea tan solo una sensación personal, pero cada vez aprecio más que se me permita procesar, saborear e integrar una serie en mi imaginario individual.
Recuerdo varias sensaciones que tenía al ver ‘Breaking Bad’ o ‘Juego de Tronos’ (cuando todavía era buena) de forma semanal. Esa expectación y necesidad de ver qué pasará a continuación, sometida a duras penas gracias a tener que aguantar siete días hasta el siguiente episodio. Y me sigue pasando con series que veo con asiduidad, pero ya no tengo tanta frustración por la espera como tenía en el pasado. ¿La razón? Me he dado cuenta que el tiempo que hay entre cada episodio me da la oportunidad de permitir que la historia de una serie eche raíces. La experiencia me resulta más enriquecedora. Y un buen ejemplo que tengo reciente es ‘Shingeki no Kyojin (Ataque a los titanes)’.
La adaptación animada de la colosal obra de Hajime Isayama estrenará su temporada final el 7 de diciembre, así que aproveché para recomendarla a unos amigos y re-verla junto con ellos. Mi intención era sencilla: ver sus reacciones. Es una serie con tantos golpes de efecto y profundidad argumental (poco aparente) que sentía mucha curiosidad por ver qué opinarían personas que no tenían ni idea de qué iba. Y el resultado fue positivo, sin duda, pero no fue el que esperaba.
Noté que el grado de inmersión en el que yo me encontraba junto con otros amigos y fans de la serie no era compartido por las personas que la habían visto en el lapso de pocas semanas. Disfrutaban de una buena serie, sin duda, pero no era lo mismo que espaciar una experiencia así durante años, con espera entre temporadas, episodios, cliffhangers… Al final, gran parte de la riqueza de la narración en una serie es permitir que esta germine en algo más que entretenimiento.
Porque al final, ‘Vengadores: Endgame’ funcionó tan bien gracias al año de espera tras ese masivo golpe que fue el final de ‘Infinity War’. El viaje a través de la Tierra Media se hizo más patente al separar los estrenos de la trilogía de ‘El señor de los anillos’. Dejar que pase el tiempo entre temporada y temporada de ‘This is Us’ permite que sintamos a sus protagonistas como la familia que son. Y quiero pensar que, entre domingo y domingo, personas de distintas generaciones se interesan y entienden más los distintos relatos vividos durante la época en la que se desarrolla ‘Patria’.