Pasa el tiempo, y el recuerdo de esta película permanece en mí como una huella indeleble: Hirokazu Koreeda ha dirigido uno de las dramas sociales más excelentes que he tenido la oportunidad de presenciar y experimentar, en un acto que va más allá de la mera observación. Porque Un asunto de familia (traducción más certera que Shoplifters) va, esencialmente, sobre el punto de vista que podemos adoptar a la hora de observar cualquier situación. Nada lo prueba con más contundencia que esta mirada tan única sobre una familia hecha a sí misma, en una reflexión extraordinaria sobre la cotidianidad.

Koreeda nos ha mostrado que tiende a plasmar en su cine la estructura familiar como piedra angular de las relaciones sociales y humanas, más allá que usarla como mero accesorio o vehículo para desarrollar una historia personal y diferente para un único protagonista. En Un asunto de familia no hay protagonista en singular, porque el drama y la importancia de la historia evoluciona en el conjunto familiar, tal cual sucede en el mundo real. Con Nuestra hermana pequeña ya nos dejaba ver esta peculiar forma de retratar la vida: cercana a la sociedad y la realidad que conocemos, pero completamente distinta a la forma a la que estamos habituados a ver en el cine.

Por todo ello, resulta un vistazo de lo más enriquecedor: parece distante por cómo se concibe, parece desapasionada por cómo se pasea por el drama y angustia de sus personajes, parece desdibujada a nivel argumental… Parece muchas cosas, y nos acaba dando una lección de perspectiva. No es distancia, sino diferencia. No es desapasionada, sino brutalmente real. No está desdibujada, nos hace salir de nuestra propia burbuja.

Conclusión: Es tan conmovedora y sincera que olvidamos su inusual ritmo y propuesta para adentrarnos en nuestro propio mundo como si fuera uno ajeno.

Nota: 8/10