‘Juliet, Desnuda’, ensayo sobre las segundas oportunidades

Hay películas que cumplen con su premisa por parámetros más o menos objetivos, películas necesarias de ver por su impacto e hitos conseguidos y películas con las que conectas a un nivel muy personal. Y la verdad es que Juliet, Desnuda podría encajar un poco en todas las anteriores.

La película de Jesse Peretz resulta una declaración de madurez, un coming-of-age adulto cuyo centro es la fe en el cambio cuando la crisis de la mediana edad sea inminente… O haya llegado de golpe. No sería justo hacer un rebuscado análisis porque no es un título que busca una aproximación compleja, y no se merece un juicio exhaustivo. Es plenamente consciente de la sencillez que alberga, y la usa para resolver un dilema común y necesario de explorar: ¿qué hacer cuando crees que tu vida está agotada?

El resultado es una obra tierna y simpática con su público, con puntos cómicos simples y bien localizados, toques dramáticos sin riesgos relacionados con la familia y la soledad y hasta una reflexión sobre la toxicidad que puede desprenderse del fenómeno fan. Rose Byrne se ajusta bien a su papel, Chris O’Dowd es gracioso e insoportable a partes iguales e Ethan Hawke habría tenido un rol muy superior si el guion hubiera sido más ambicioso. Pese a ello, el mensaje sigue siendo uno clásico y contundente: nunca es tarde para cambiar las cosas, sentirse vivo y buscar la felicidad.

En suma: buen rollo y esperanza en una encrucijada del ecuador de una vida, el recuerdo del pasado y la perspectiva del futuro. Una alternativa con mucha alma.

Nota: 6/10

Javi Marrero

Redactor de Cine y Series

Soy friki desde antes de que se pusiera de moda.