Tras representar a Kosovo en los Oscar Zana llega a la Mostra de Valencia. La opera prima de Antoneta Kastrati comparte una mirada personal y tierna sobre las heridas del conflicto de los Balcanes. Desgraciadamente algunas no podrán cicatrizar nunca.
Lume (Adriana Matoshi) vive con su esposo Ilir (Astrit Kabashi) y su suegra Remzije (Fatmire Sahiti) en un tranquilo rincón rural de Kosovo. Parece que no consigue concebir y presionada por la familia acude a innumerables citas con expertos en fertilidad, médicos, brujas y curanderos.
A medida que avanza el largometraje, podemos entrever el trastorno postraumático que padece Lume. Los fantasmas de la guerra la visitan por las noches y las desagradables pesadillas y alucinaciones son cada vez más intensas, confusas y agotadoras para la protagonista. ¿Se puede superar la pérdida de una hija?
La directora de fotografía Sevdije Kastrati se sirve de la gramática visual del cine de terror para enfatizar el estado mental quebrado de la mujer, que personifica a toda una generación.
Zana captura un mundo lleno de contradicciones en el que la fe en Dios y los poderes de los curanderos son complementarios y los teléfonos móviles coexisten con creencias arcaicas y supersticiones.
El final que la cineasta brinda a Lume es sin duda el que se merece. Es triste pero es la única forma de liberarla de su trauma y darle paz por fin. Desde la butaca se siente casi más como un alivio para ella que como una desgracia.
En su peor momento Lume es rechazada por ambas familias y juzgada con dureza por sus compañeros por fracasar en su gran cometido: tener hijos. Pero la crítica de Antoneta hacia el patriarcado es más sutil que polémica.
La actriz Adriana Matoshi hace un trabajo impresionante. Su pétrea inexpresividad contrasta de forma brutal con los momentos de angustia en los que rompe. Su pasividad es inquietante y a la vez desafiante. Matoshi transmite mucho con muy poco.
Esta coproducción entre Kosovo y Albania fue seleccionada en los Oscar, obtuvo el Gran Premio del Jurado en Los Ángeles y se ha proyectado en el Festival Internacional de Cine de Toronto. Ahora Zana pisa fuerte en la 35 Mostra de València. ¿Conseguirán Kastrati y Lume fascinar al jurado?
Catarsis de las hermanas Kastrati
Antoneta Kastrati (directora) y Sevdije Kastrati (directora de fotografía) perdieron a su madre y a otra hermana durante el conflicto de los Balcanes. Aún hoy, veinte años después y con sus felices vidas, tienen pesadillas. Zana es para ellas la culminación coherente de todos los documentales sociales que venían haciendo. Contar esta historia era una necesidad para las cineastas y «fue toda una experiencia catártica para ellas» ha señalado el productor del filme.
De hecho, la cinta VHI que aparece en la película y representa la exhumación de las víctimas, es real. Pertenece a la familia Kastrati.